Thursday 27 March 2014

Cuando vivir cuesta la vida misma





El sufrimiento forma parte de nuestra historia como humanidad desde su más recóndito origen.

Joven obrero quemando la basura que se acumula en las calles.
Joven obrero quemando la basura que
se acumula en las calles.
Pobreza, hambre, guerras y enfermedades  azotan a millones de personas  que viven sumergidas en miserables condiciones de vida; una cruda realidad que  afecta a gran parte de la población mundial, mientras que las zonas ricas del mundo continúan  creciendo y acumulando riquezas.

 ¡Unos tan pobres, otros tan ricos! y en medio una clase social  trabajadora que tira del carro movilizando los sistemas económicos, luchando por que no se colapsen. Sin embargo, en la práctica los sistemas siempre se colapsan. La corrupción política, la especulación financiera, el desmesurado afán de riqueza de quienes dictan las reglas del mercado y la falta de solidaridad entre las personas en general; nos llevan directamente al desencadenamiento de crisis, en distintos niveles y en distintas partes del mundo.

Crisis porque no hay trabajo, crisis porque no hay dinero, crisis porque no hay futuro, crisis porque no hay valores.



Señora trabajando en la producción de aceite de palma.
Señora trabajando en la producción
de aceite de palma.

Nadie puede elegir el país en el que nace, al igual que no elegimos la familia a la que pertenecemos, ni la situación económica que; bien  nos respalda o bien nos condena, desde nuestra llegada a este mundo. Es posible afirmar que existen una serie de factores externos, ajenos a nuestro control que determinarán en gran parte; el rumbo que tomará nuestra vida, desde los primeros años de nuestra infancia.

Pero la realidad práctica está plagada de ejemplos en los que muchas personas han conseguido cambiar completamente el rumbo forzado que llevaban sus vidas, como consecuencia de estos factores externos; arriesgando, tomando iniciativas y convirtiéndose en  capitanes de sus propios destinos. Unos cambian para bien, otros cambian para mal.


La cuestión es  preguntarse cómo se llega a ese punto, en el cual nos hacemos responsables de nuestros propios actos y dejamos de echarle la culpa de lo que nos ocurre a terceros.

Joven vendedor de Ashaiman partiendo un coco que venderá a menos de 0,30 céntimos de Euro.
Joven vendedor de Ashaiman partiendo un coco
que venderá a menos de 0,30 céntimos de Euro.
Evidentemente quien nace en un  barrio marginal;  parte con desventaja frente a quien nace en el seno de una familia acomodada. Omitiendo el factor del apoyo familiar, y centrándonos en los beneficios que ofrece el modelo de Estado del bienestar del que se benefician algunas sociedades, podríamos destacar que las oportunidades que tiene un ciudadano de un país rico de labrarse un futuro productivo; superan ampliamente el número de oportunidades que tiene un ciudadano de un país pobre. No hablamos, en este caso de oportunidades concedidas a base de esfuerzos personales o méritos propios, sino de oportunidades que se nos presentan  simplemente  por el hecho de haber nacido en la parte rica o pobre del mundo; por el hecho de partir con ventaja o con desventaja en la carrera de la vida. Hablamos de factores  ajenos a nuestra voluntad.

Jóvenes obreros del barrio de Ashaiman, Greater Accra.
Jóvenes obreros trabajando en Ashaiman.
Es precisamente en este punto, donde surge el debate sobre cómo aquellos que han salido más beneficiados en el reparto de oportunidades; podrían contribuir modificando el transcurso de las vidas de aquellos más desfavorecidos, cambiando sus destinos, ayudando a limar las diferencias establecidas por un sistema económico del que todos formamos parte; garantizando un progreso igualitario a nivel mundial que ayude a reducir la brecha económica entre países desarrollados y países  no desarrollados.

¿Es nuestra meta final  como seres humanos culminar sólo nuestras propias aspiraciones personales o estamos aquí para hacer algo más, para llegar más allá, para trascender hasta el fondo de nuestra cuestión existencial?  Si hemos sido beneficiados en el reparto de oportunidades en la vida, ¿no deberíamos detenernos a observar cuánta necesidad hay a nuestro alrededor? ¿No deberíamos hacer algo? Sin duda alguna, de haber nacido en un slum, todos nosotros estaríamos preguntándonos por qué nadie hace nada para ayudarnos a salir de la miseria.

Los Gobiernos e Instituciones son responsables de mucho de los males sociales que nos afectan, pero también está en nuestras manos el cambiar  aquellos puntos del sistema con los que nos estamos de acuerdo, en la medida de nuestras posibilidades y con pequeñas obras.

Campesino de Gomoa Bensu, Central Region.
Campesino de Gomoa Bensu, Central Region.
Quizás no somos políticos, no hablamos diariamente en el Parlamento ni en televisión, no tenemos un espacio en una columna de opinión de un  prestigioso diario, por tanto no llegamos a las masas; pero desde luego, somos personas libres en nuestra sociedad, que podemos llegar hasta el corazón de alguien sencillo que sufre, alguien cercano o lejano a nuestro entorno familiar; pero que en definitiva  no tiene cómo salir de su círculo nefasto de mala racha.


Tenemos voz y voto, que debería ser usado como nuestra mayor arma de defensa ante aquellos aspectos de nuestro sistema democrático con los que no estamos de acuerdo. ¡Tenemos ideas, tenemos experiencia social !

En nuestro interior hay ganas de cambios. No es cuestión de ser meros soñadores pasivos que se limitan a hablar de cambios sin mover ni un dedo, sino que todos podemos ampliar el abanico de oportunidades de quien tenemos a nuestro lado, con pequeños gestos, con pequeños esfuerzos, con pequeñas iniciativas.

Si creemos que  el reparto de oportunidades, de recursos naturales y tecnológicos, de acceso a la educación y al progreso a nivel mundial es alarmantemente injusto; deberíamos preguntarnos, tanto a nivel individual como colectivo; ¿qué hacemos al respecto?

¿Cómo cambiamos lo que no nos gusta del sistema? ¿Cómo hacer un uso más equitativo de las riquezas?
¿Cómo repartir mejor las oportunidades  sociales que han sido distribuidas sin nuestro consentimiento pero con nuestra complicidad?



Madre e hija cargando leña en la zona rural de Gomoa, Central Region.
Madre e hija cargando leña en la zona rural
de Gomoa, Central Region.

Cada uno de nosotros tiene el poder de cambiar la vida de alguien más, para mejor y para siempre. Si  a su vez, esa persona (ahora beneficiada por nuestra ayuda) y agradecida por el cambio que ha dado su vida, decide ayudar a un tercero; la  cadena de oportunidades comienza a desarrollarse y el beneficio  social que se consigue finalmente es incalculable.

Sentados en la comodidad de nuestros salones, rodeados de nuestro entorno familiar conocido, leemos sobre las desgracias y penurias que eliminan poco a poco a millones de personas que viven en  la pobreza. Vemos documentales sobre África, Asia y Latinoamérica; sobre pobreza, enfermedades, abusos y explotación, pero todo eso nos resulta lejano. No estamos ahí para verlo directamente con nuestros propios ojos.



Chica vendiendo en la estación de tro tros de Koforidua.
Chica vendiendo agua en la estación
de tro tros de Koforidua, Ghana Oriental.



Con la explosión de la burbuja inmobiliaria en 2008, la crisis Americana que salpicaría a Europa y la caída  bursátil de las principales economías mundiales; muchos países europeos, entre ellos España; se vieron sumergidos en una gran crisis económica y financiera: un oscuro túnel que nos condujo al  desorbitado aumento de las cifras del paro (especialmente entre la población más joven), al estancamiento del Sector industrial y el sector Servicios; al aumento de impuestos, reducción de salarios, cierres de fábricas y empresas, miles de despidos y  consecuentemente; al incremento de pobreza social. Por no mencionar todos los casos de corrupción política que salieron a relucir, desde entonces.


¿Y ahora? ¿ Hacia dónde vamos? ¿ Culpamos a un tercero o decidimos hacernos capitanes de nuestros propios destinos? ¿ Nos centramos sólo en nuestra propia situación o  aprendemos a mirar al de al lado  quien también sufre y lucha por sobrevivir? Al compartir  nuestro sufrimiento en tiempos de crisis y dificultades, el progreso alcanzado es mucho mayor.

Siempre se puede hacer algo. Siempre hay esperanza cuando se trabaja desde los valores que fomenta una buena educación social: responsabilidad ciudadana, solidaridad, esfuerzo, progreso equitativo, honestidad, desarrollo sostenible y tantos otros valores que a menudo olvidamos que existen y están a disposición de todos.

Niñas de nuestro barrio en Ashaiman.
Niñas de nuestro barrio en Ashaiman.
Los niños son el futuro. Las nuevas generaciones son la clave para conseguir finalmente mejorar los aspectos negativos de nuestro sistema corrupto. Invertir en ellos y en su educación, es invertir en un mundo mejor y esta idea no es fantasía sino una realidad.

-Madame  ¿en España hay gente pobre?- me preguntan  mis alumnos en clase.

-Sí, contesto. Y debido a una crisis económica y corrupción en el Gobierno, cada vez hay más gente pobre en España.



- Madame... y  ¿en Argentina?

-Sí. Mucha gente pobre que necesita ayuda para sobrevivir. Argentina es un país rico en recursos naturales, en ganado y muy desarrollado en el sector de  industria alimentaria. Sin embargo, miles de personas están malnutridas y en algunas zonas del país mueren por no tener los recursos básicos.

Todos se sorprenden. La percepción de pobreza de nuestros alumnos se limita a su entorno conocido. Conocen la pobreza en  su barrio de Ashaiman, en las afueras de Accra, en los  pueblos de Ghana y en  África en general... pero ¿ Europa tiene gente pobre? ¿ Latinoamérica ?  (para ellos en  Europa  todos son ricos y  Latinoamérica  es una zona desconocida, no saben sobre la penosa realidad que afecta a la población latina)

- Pero... ¿hay pobres que piden en la calle? - me preguntan insistiendo.

- ¡Sí! Desgraciadamente hay  gente pidiendo en las calles, durmiendo en las calles y muriendo en las calles. Porque para todo pobre que sufre, sea en el país que sea; vivir le cuesta la vida misma.

 Entonces, su curiosidad se despierta y quieren saber más. Porque cuando hablamos de pobreza hablamos también de nuestra dignidad como seres humanos. Si nuestro país no puede darnos oportunidades para que tengamos una vida digna, entonces ¿quién debe darnos oportunidades? ¿quién debe abrirnos puertas?

La respuesta  es ' nosotros mismos'. Nosotros mismos debemos abrirnos las puertas unos a otros; esas mismas puertas que nuestro sistema se encarga de cerrarnos en la cara y que ni siquiera abre para los pobres.

De esta forma, todos aprendemos juntos en clase. Por un lado, la visión del mundo  de nuestros alumnos se amplía y por otro, yo no dejo de preguntarme cómo podemos entre todos cambiar esta situación. Quizás la clave esté en nuestro ofrecimiento de pequeñas oportunidades que cambien la vida de personas que  tenemos a nuestro alrededor y sabemos que sufren.

Recordemos siempre que con pequeñas obras, se consiguen grandes cambios. Se salvan vidas.