Lo primero que hicimos fue limpiar el aula donde construiríamos La Biblioteca. Durante años, este espacio había servido de trastero para almacenar sillas rotas, trozos de maderas, herramientas y bloques de construcción que el director Sampson ha ido acumulando con la intención de poder finalizar, en un futuro; un muro de seguridad que rodee todo el terreno.
Aula antes de comenzar la obra para hacer la Biblioteca. |
Sólo los desniveles y los baches del suelo hacen que los niños presten más atención instintivamente cuando corren o juegan en los recreos, por lo que su propia intuición para evitar caerse o golpearse también les lleva a detenerse cuando ven coches y evitar ser atropellados.
El sitio es peligroso si se tiene en cuenta que se trata de una escuela primaria, donde los alumnos más pequeños tienen tan sólo tres años. Los profesores y las voluntarias vigilábamos y estábamos pendientes de que miraran antes de cruzar cuando salían corriendo para buscar una pelota que se les escapaba, pero siempre había riesgo.
Comenzamos manos a la obra y en equipos sacando todos los trastos de aquel aula que parecía más bien un museo de baratijas de hierro cubiertas de polvo. Los alumnos de 5º y 6º nos ayudaron a vaciar, limpiar y barrer toda la sala hasta que quedó en condiciones aceptables como para comenzar con el trabajo más duro: revocar las paredes, el techo y hacer el suelo.
¡Manos a la obra con el equipo de limpieza! |
Los niños estaban ansiosos al ver ese aula ahora limpia y vacía que pronto se convertiría en la biblioteca. Incluso antes de empezar la obra ya querían saber cuándo estaría terminada, cuándo traeríamos los libros y cómo iba a quedar todo.
¡Eso mismo nos preguntábamos nosotras!
Pero vayamos por partes:
Aula limpia y lista para empezar la construcción. |
Lo primero que compramos fueron las bolsas de cemento, pagamos a un camión de carga para que trajera arena y al aguatero por los bidones necesarios para hacer la mezcla. También pagamos a los trabajadores.
Por lo general, cuando uno va a hacer una obra de construcción o remodelación, se limita a hablar con los albañiles o profesionales del sector y luego va a grandes almacenes donde puede comprar los materiales, o éstos se encargan de hacer el presupuesto para su cliente y de comprar todo.
Comenzando la obra. |
Visitar y comprar en el mercado de Ashaiman es una de las actividades más interesantes que uno puede hacer en ese barrio. Es algo caótico pero al final te acostumbras e incluso llegas a extrañar el ruido intenso de su ambiente cuando ya no estás envuelto en él.
Bea, una de las señoras que cocina en la escuela. |
Es una experiencia que va más allá del mero intercambio comercial: no es sólo el encuentro entre un vendedor, un producto y un comprador sino que toda la atmósfera que envuelve este entorno de Ashaiman y su gente, se convierte en una experiencia de interacción social increíble donde uno tiene la oportunidad de charlar, negociar, reir, enfadarse, agotarse y en definitiva entender realmente cómo funciona el sistema y el pensamiento de este pueblo.
Mary, la otra cocinera de la escuela. |
Yo, que nunca supe regatear por nada, me encontraba allí discutiendo por precios y pidiendo siempre un descuento, de una manera tan natural que ni siquiera me daba cuenta de ello ni me reconocía a mi misma comprando de aquel modo.
En realidad regateábamos, no sólo porque allí fuera una costumbre; sino porque teníamos que controlar con lupa en qué gastábamos el dinero y cuidar nuestro presupuesto. Nuestro objetivo principal era la compra de libros para la biblioteca. Los libros son caros, y deseábamos comprar el mayor número posible de ejemplares, por eso debíamos gastar menos en el acondicionamiento del aula.
Mercado de Ashaiman, Greater Accra, Ghana. |
Hacíamos las reuniones y los cálculos sentadas dentro de su tro tro particular, siempre aparcado debajo del árbol del patioy con las puertas abiertas para que circulara el aire. Allí hablábamos de los avances y de los contratiempos de la obra. Luego recorríamos de nuevo todas las calles de Ashaiman, desde un punto a otro parando en distintos puestos y comprando definitivamente en los sitios con mejores ofertas. Decíamos por ello, que el tro tro de Mr. Sampson era nuestra oficina móvil.
Mercado de Ashaiman, Greater Accra, Ghana. |
A la hora de comprar, por ser extranjeras en algunos lugares nos ofrecían precios inflados en comparación con los precios para la gente local, por lo que Karo y yo optábamos por quedarnos fuera de los puestos, esperando mientras Sampson negociaba un buen precio y luego ya a la hora de pagar aparecíamos nosotras.
Nunca nos daban recibo en estos sitios, simplemente porque no tienen comprobantes de pago, no tienen sellos, ni firman nada. Así que nosotras íbamos anotando todo en nuestro cuaderno de ingresos y gastos para hacer el balance y llevar el control.
Las señoras del mercado de Ashaiman. |
El tiempo que nos quedaba en Ghana era insuficiente como para garantizar que terminaríamos todo antes de tener que marcharnos, por eso nosotras forzábamos al máximo las 24 horas que tiene un día.
Queríamos abrir la biblioteca antes de nuestro regreso, terminar todo y también diseñar un plan de orientación para que los profesores supieran gestionarla y los alumnos supieran como usarla. Pero íbamos siempre a contrarreloj.
Los trabajadores que nos ayudaron a revocar las paredes, el techo y los que hicieron el suelo arrancaron con energía pero a la semana comenzaron los problemas.
A demás de trabajar en nuestra obra, tenían que atender otros compromisos y hacer otros trabajos que estaban fuera de nuestra área, por lo que en muchas ocasiones no venían a la escuela, no nos avisaban y así la obra se paraba por intervalos de a dos o tres días.
Durante un año viviendo en Ghana, ambas pudimos comprobar que en el aspecto laboral los trabajadores no suelen cumplir con los plazos de entrega, son muy informales a la hora de comprometerse en finalizar cualquier tipo de trabajo en un determinado período de tiempo. El propio sistema del país entero está regido por la improvisación y la espontaneidad que provoca el dejar todo para el último momento.
Compañeras del camino. Siempre presentes en todas partes. |
Sin embargo, a medida que la obra avanzaba, íbamos aprendiendo que por más dificultades que uno pueda encontrar llevando a cabo un proyecto en un país africano, donde la realidad del pueblo es muy distinta a la que uno está acostumbrado;
todos estos inconvenientes, también ayudan a reflexionar sobre una nueva forma de entender la vida. Es un sistema diferente al nuestro, pero no por ello significa que no podamos aprender nada positivo de la experiencia.
Es curioso observar cómo al vivir en un lugar nuevo, y al estar expuesto a elementos de una cultura distinta a la de nuestro origen, uno acaba adoptando progresivamente las formas de expresión, de saludos, de diálogo y de interacción social que usan los nuevos vecinos locales. No es que uno abandone las costumbres ni formas que tenía antes, sino que simplemente amplía el abanico sociolingüistico y gestual añadiendo estas nuevas formas de expresión social a las ya antes adquiridas.
Nos dábamos cuenta de cómo nosotras, las voluntarias; habíamos cambiado desde nuestra llegada a Ghana. Nuestra forma de hablar, bromear, o de entablar una conservación iba ajustándose a la forma de relacionarse de nuestros alumnos, vecinos y amigos, hasta pasar a ser muy diferentes a las que, tanto Karo como yo, usamos en nuestros respectivos países, por poner un ejemplo.
Ésto pasa siempre que uno se va de su país y llega a otro, no como turista de vacaciones por una temporada, sino como residente por un cierto período de tiempo.
La mayoría de los que emigramos, queremos explorar la nueva cultura, entenderla e integrarnos en su sociedad ¡sin olvidar nuestras raíces, claro! pero con el profundo deseo de ir aprendiendo poco a poco a abrir nuestros horizontes ideológicos, a aceptar nuestras diferencias, a ser más tolerantes, a esforzarse por entender a su gente y quedarnos con lo mejor que esa sociedad pueda enseñarnos: a respetar a este nuevo pueblo y en definitiva a avanzar en nuestra adaptación social.
En este caso, nosotras empezamos por aprender el saludo y las formas de cortesía en lengua local, twi; indicando que queríamos hablar como la gente local, que no éramos simplemente turistas.
Para comprar y negociar en Ashaiman, para vivir en ese barrio; hay que dejar claro que no somos visitantes, que somos obrunis (como nos llaman para indicar que no somos africanas) pero que también formamos parte de la comunidad. Con Karoline hablábamos con el vocabulario que ellos usaban, recurriendo a frases, gestos o señas que todos ellos emplean normalmente. Forma parte del proceso de integración el ir limando poco a poco nuestras diferencias y abrazando aquellos puntos culturales que tenemos más en común y que nos unen en lugar de separarnos.
La experiencia de poder vivir, trabajar o estudiar en un país distinto al nuestro, es una de las cosas más bonitas y enriquecedoras que uno puede hacer en esta vida.
Ojalá todos, al menos las generaciones más jóvenes; pudiéramos salir por un tiempo y luego regresar a nuestros hogares con toda esa riqueza humana y espiritual que uno experimenta cuando se va a vivir a otro lugar. No importa si es mucho o poco el tiempo, más bien se trata de vivir en un país desde la perspectiva de un residente, integrándose en una sociedad distinta y no vivir como un turista. ¡Sinceramente vale la pena!
Así fue como, entre pausa y pausa ;) nuestra biblioteca fue tomando forma: primero el techo, luego las paredes, semanas más tardes llegaría el momento de hacer el suelo y con ello, también llegó la inundación del barrio a causa de la lluvia: el agua entró en el aula y lo inundó todo. Tuvimos que salir en busca del carpintero y encargar ventanas para cerrar esas aberturas, evitando otra posible inundación para la próxima.
Pero eso fue ya otra historia...
To be continued...
Con mis vecinos taxistas del barrio de Ashaiman, en mi último día en Ghana. |
La mayoría de los que emigramos, queremos explorar la nueva cultura, entenderla e integrarnos en su sociedad ¡sin olvidar nuestras raíces, claro! pero con el profundo deseo de ir aprendiendo poco a poco a abrir nuestros horizontes ideológicos, a aceptar nuestras diferencias, a ser más tolerantes, a esforzarse por entender a su gente y quedarnos con lo mejor que esa sociedad pueda enseñarnos: a respetar a este nuevo pueblo y en definitiva a avanzar en nuestra adaptación social.
En este caso, nosotras empezamos por aprender el saludo y las formas de cortesía en lengua local, twi; indicando que queríamos hablar como la gente local, que no éramos simplemente turistas.
Para comprar y negociar en Ashaiman, para vivir en ese barrio; hay que dejar claro que no somos visitantes, que somos obrunis (como nos llaman para indicar que no somos africanas) pero que también formamos parte de la comunidad. Con Karoline hablábamos con el vocabulario que ellos usaban, recurriendo a frases, gestos o señas que todos ellos emplean normalmente. Forma parte del proceso de integración el ir limando poco a poco nuestras diferencias y abrazando aquellos puntos culturales que tenemos más en común y que nos unen en lugar de separarnos.
Así podía sentir que yo también era parte del barrio.
La experiencia de poder vivir, trabajar o estudiar en un país distinto al nuestro, es una de las cosas más bonitas y enriquecedoras que uno puede hacer en esta vida.
Ojalá todos, al menos las generaciones más jóvenes; pudiéramos salir por un tiempo y luego regresar a nuestros hogares con toda esa riqueza humana y espiritual que uno experimenta cuando se va a vivir a otro lugar. No importa si es mucho o poco el tiempo, más bien se trata de vivir en un país desde la perspectiva de un residente, integrándose en una sociedad distinta y no vivir como un turista. ¡Sinceramente vale la pena!
Así fue como, entre pausa y pausa ;) nuestra biblioteca fue tomando forma: primero el techo, luego las paredes, semanas más tardes llegaría el momento de hacer el suelo y con ello, también llegó la inundación del barrio a causa de la lluvia: el agua entró en el aula y lo inundó todo. Tuvimos que salir en busca del carpintero y encargar ventanas para cerrar esas aberturas, evitando otra posible inundación para la próxima.
Pero eso fue ya otra historia...
To be continued...